El rey Juan, sus barones y la historia de la Magna Carta
«La Gran Carta», mejor conocida como Magna Carta, es uno de los más famosos, significativos e influyentes documentos del mundo. La promulgación de la Magna Carta por el rey Juan en 1215 significó que por primera vez en la historia de Inglaterra todas las personas del país (incluido el propio rey) estaban sometidas a la ley.
Que tal gobernante hiciera algo así puede parecer un acto bastante magnánimo y hasta noble. Sin embargo, tal vez como era de esperar, no fue un acto que se llevara a cabo no sin coerción.
Volvamos atrás en el tiempo para entender en qué estado se encontraba la nación cuando la Magna Carta fue concebida originalmente.
Antes de que el rey Juan accediera a él, el trono de Inglaterra pertenecía legítimamente a Ricardo «corazón de león», llamado así por su reputación como gran guerrero y líder militar. De hecho, la sed de batallas del rey Ricardo le costó caro a su país. Guerrear no es una tarea particularmente económica, especialmente si es en suelo extranjero. «Corazón de león» pasó de hecho la mayor parte de su reinado en Francia y en Oriente Medio donde luchó contra los otomanos que habían tomado la ciudad de Jerusalén, donde se creía (y aún se cree) que Jesús murió y fue enterrado.
Se impusieron fuertes impuestos a los ingleses para financiar las aventuras bélicas del rey Ricardo y, cuando murió en 1199, su hermano y sucesor al trono, el rey Juan, continuó batallando en el continente contra los franceses.
El rey Juan
El rey Juan, no obstante, no era el valiente y caballeroso guerrero que había sido su hermano y, de hecho, perdió más batallas de las que ganó. Sin embargo, para continuar sus conquistas necesitaba más y más dinero, así que su gobierno en Inglaterra exigía inmisericorde cada vez más impuestos a la nobleza, de la que solo se esperaba que pagara los impuestos cada vez que el rey lo exigiera.
De hecho, como rey, Juan tenía derecho a muchos tributos habituales de sus feudatarios:
«Podía exigir dinero por el casamiento de la hija mayor o cuando los herederos de sus feudatarios heredaban sus propiedades; tenía el lucrativo derecho de tutela sobre los herederos menores de edad y podía decidir sobre el matrimonio de las viudas y herederos de sus feudatarios. Los barones también pagaban al rey un tributo llamado el “escudaje” para eludir el servicio militar».
El impuesto del «escudaje» era el centro de gran parte del descontento de los barones. En 1214, los franceses derrotaron a un ejército de mercenarios, que había sido reunido por el rey Juan, en la batalla de Bouvines en el norte de Francia. Este ejército había sido financiado con el tributo del «escudaje» y pronto estos barones quedaron descontentos con la manera en que el rey Juan explotaba su lealtad y su fe en el poder absoluto del rey.
Los barones instaron a Juan a que ratificara la Carta de coronación promulgada por su antecesor el rey Enrique I en 1100. Este estatuto prometía «abolir todas las malas costumbres por las que el reino de Inglaterra ha sido oprimido injustamente».
Sin embargo, el rey Juan se negó a satisfacer las demandas de los barones. En 1215 la disputa se intensificó provocando que muchos de los barones renunciaran a sus juramentos de fidelidad al rey, nombrando al noble Robert Fitzwalter como su nuevo líder.
Bajo el mando de Fitzwalter, los barones se revelaron y tomaron la ciudad de Londres, forzando al rey Juan a negociar. Las dos partes en disputa se reunieron en Runnymede, cerca de Windsor junto al río Támesis, en junio del mismo año. Allí, las demandas de los barones se registraron en un documento que se dio a conocer como los Artículos de los Barones. En respuesta, el rey Juan concedió la Carta de libertades (o la Magna Carta, tal y como se ha conocido desde entonces) en junio de 1215. Cuatro días después, los barones rebeldes confirmaron de manera formal la paz con el rey una vez más y renovaron oficialmente sus juramentos de lealtad hacia él.
Los 25 barones de la Magna Carta
Los barones, por supuesto, no eran necios. Sabían muy bien que existía el riesgo de que, una vez que el rey Juan hubiera partido de Runnymede, simplemente renegara de la Magna Carta. Por eso llegaron a una solución para prevenir esta eventualidad en la famosa 61ª cláusula del documento, la cláusula de salvaguardia.
Esta es la cláusula en la que el rey reconoce que
«los barones elegirán a veinticinco barones del reino a su elección, quienes con todo el poder que tengan guardarán, mantendrán y harán cumplir la paz y libertades que hemos otorgado».
Cualquier infracción a lo dispuesto en los términos de la carta por el rey o sus agentes será notificada a cualesquiera cuatro integrantes de los citados veinticinco barones y, si en cuarenta días no se ofreciese reparación o compensación, el rey los facultaría para «usar de apremio contra Nos y atacarnos de cualquier modo, apoderándose de nuestros castillos, tierras o posesiones» hasta reparar el daño.
Los nombres de los 25 barones no aparecen en la carta. No obstante, la composición de la junta de los barones se conoce de hecho por la lista que fue dada más tarde por Mateo de París, el célebre cronista de la abadía de St Albans..
Sus nombres:
- Eustace de Vesci
- Robert de Ros
- Richard de Percy
- William de Mowbray
- Roger de Montbegon
- John FitzRobert
- William de Forz
- John de Lacy
- Saer de Quincy, Earl of Winchester
- Richard de Montfichet
- William de Huntingfield
- Roger Bigod and Hugh Bigod
- Robert de Vere
- Geoffrey de Mandeville
- Henry de Bohun
- Richard de Clare and Gilbert de Clare
- William D’Albini
- Robert Fitzwalter
- William Hardel
- William de Lanvallei
- William Malet
- William Marshall II
- Geoffrey de Say
Estos fueron los hombres que se consideraban responsables de hacer cumplir la Carta Magna. Su papel, de hecho, era de naturaleza militar y cabe señalar que no rindieron la ciudad de Londres de manera inmediata tan pronto como se firmó el documento.
La magna Carta: ¿un éxito inmediato?
No, ni en lo más mínimo.
Sí, el rey Juan accedió a los términos de la Magna Carta y sí, los barones renovaron sus juramentos de fidelidad a él. Sin embargo, la solución no duró mucho. La cláusula segunda y los 25 barones hicieron difícil que el rey se liberara del acuerdo tan fácilmente como le hubiera gustado (porque ya había dado el sello real de aprobación a un documento que le hacía tan susceptible a la ley como cualquier otro «hombre libre»), y le perjudicó mucho la forma en que la Magna Carta había sido promulgada. Por ello buscó la ayuda del papa.
El papa Inocencio III
Por aquel entonces, el papa era el jefe supremo oficial de los reinos de Inglaterra e Irlanda. El rey Juan envió mensajes al papa solicitándole que anulara la Magna Carta. En respuesta, los barones no rindieron la ciudad de Londres y prometieron no hacerlo hasta que los términos de la carta se cumplieran.
Sin embargo el papa Inocencio III vio la carta desde la perspectiva del rey y, de hecho, se alarmó profundamente por los términos de la carta. El 24 de agosto de 1215 el papa emitió una bula papal, un documento en el que describe la Magna Carta como «ilegal, injusta y perjudicial para los derechos reales y vergonzosa para el pueblo inglés». La bula papal declaró la Magna Carta «nula y carente de valor alguno para siempre».
La guerra civil
Septiembre de 1215 vio estallar la guerra civil entre los barones y el rey Juan. El rey fue capaz de reunir un ejército de mercenarios para luchar por su causa y los barones, una vez más, renunciaron a sus votos de fidelidad a él. De hecho, invitaron al hijo del rey de Francia, el príncipe Luis a que aceptara la corona inglesa.
Luis invadió Inglaterra al año siguiente y el país aún estaba en guerra cuando, la noche del 18 de octubre de 1216, el rey Juan murió de disentería.
El hijo de Juan accedió al trono inglés cuando era solo un niño de nueve años. En ese momento, la Magna Carta estaba efectivamente muerta (pero no pasó mucho antes de que el joven rey infundiera un nuevo aliento de vida al documento).
En noviembre de 1216, una versión revisada de la Magna Carta fue promulgada en nombre del rey Enrique, con el propósito de recuperar el apoyo de los barones. Una versión posterior de la carta fue concedida en 1217, cuando el ejército francés fue expulsado de suelo inglés.
No fue hasta 1225, cuando el rey cumplió 18 años, que la Carta Magna experimentó una nueva revisión, de mayor calado, resultado de la cual surgió la versión definitiva del documento, que posteriormente se incluyó en el código legal por el rey Eduardo I en 1297.
La Magna Carta: un legado perdurable
El verdadero éxito de la Magna Carta radica en su perdurable legado, más que en lo que consiguió de manera inmediata tras su elaboración inicial. Aunque está ampliamente considerada como la base de la democracia en Inglaterra, la mayoría de los términos originarios del documento solo se aplicaban a una pequeña parte de la población de 1215.
En efecto, más de un tercio de las 63 cláusulas de la Magna Carta original de 1215 trataban directamente de los derechos feudales, de los cuales el rey Juan, hasta entonces, había infringido repetidamente los límites tradicionales.
Además, el rey Juan abusó con frecuencia del sistema judicial para eliminar a sus oponentes y obtener por la fuerza ingresos de los barones. La idea de justicia, por lo tanto, fue el segundo tema principal de las cláusulas del documento, de la cual los barones se aseguraron de que se detallara el modo en cómo el sistema judicial y sus funcionarios se suponía que debían funcionar.
También se suponía que el rey debía liberar a todos los rehenes que había tomado, expulsar a los mercenarios y caballeros extranjeros de Inglaterra, devolver todas las multas exigidas injustamente y restituir las tierras, castillos y libertades a todos aquellos que habían sido privados injustamente de ellos.
La mayoría de estas cláusulas, por supuesto, estaban relacionadas con ese tiempo y, por lo tanto, no sería justo otorgar toda la base de la democracia inglesa al ahora obsoleto documento.
No obstante, hay tres cláusulas que aún hoy perduran en la legislación inglesa, la más famosa de ellas:
«Ningún hombre libre podrá ser detenido o encarcelado o privado de sus derechos o de sus bienes, ni puesto fuera de la ley ni desterrado o privado de su rango de cualquier otra forma, ni usaremos de la fuerza contra él ni enviaremos a otros que lo hagan, sino en virtud de sentencia judicial de sus pares y con arreglo a la ley del reino. No venderemos, denegaremos ni retrasaremos a nadie su derecho ni la justicia».
Tres hechos que puede que no sepa sobre la Magna Carta
No está claro quién la escribió
La línea de cierre del documento sugiere que la carta fue «Dada de nuestro [Juan] puño y letra». Sin embargo, debido al hecho de que la Magna Carta fue impuesta por sus barones, esto parece poco probable. Los historiadores del siglo XIX creían que el documento fue de hecho manuscrito por uno de sus más influyentes signatarios, el arzobispo de Canterbury Stephen Langton. Las palabras exactas de la Magna Carta, no obstante, podrían haber sido el producto de una intensa negociación entre el rey y sus barones.
No hay un único ejemplar original
Las diversas copias de la Magna Carta original de 1215 se produjeron y distribuyeron a los tribunales de los condados ingleses durante la creación original del texto. De estas, cuatro aún sobreviven, dos de ellas pueden encontrarse en la Biblioteca Británica y las otras dos están en las colecciones de las catedrales de Salisbury y Lincoln.
Existe un puñado de otras versiones revisadas de la Carta Magna que se escribieron entre 1225 y 1297. En 2007, una Magna Carta datada en 1297 se vendió en una subasta por 21,3 millones de dólares, la mayor suma jamás pagada por un único texto.
La Magna Carta no fue en realidad la primera de su especie
La Magna Carta ha ganado importancia histórica por ser el fundamento de la democracia inglesa. Sin embargo, la propia Magna Carta se basó en cartas previas de gobernantes anteriores. En 1100, el rey Enrique I promulgó una Carta de coronación en la que prometía reinar con justicia, separado de la iglesia, con mayor libertad financiera, y limitando la intromisión real en las herencias familiares y los matrimonios de sus barones.
Al igual que el rey Juan, no obstante, Enrique mantuvo pocas de sus promesas, a pesar de que esta Carta de coronación fuera la que conformara la base para la Magna Carta en 1215.
La Magna Carta hoy en día
Actualmente, la Magna Carta disfruta de un estatus especial como la piedra angular de las libertades británicas y, de hecho, de otras diversas naciones de todo el mundo (incluidos los EE. UU.).
Pese al hecho de que 60 de las 63 cláusulas originales ya no existen en el derecho inglés, y que el documento en sí mismo ha sido superado por otras leyes (como la Ley de Derechos Humanos de 1998 del Reino Unido), el espíritu del texto es actuar tanto como garante de la libertad individual como defensa contra la tiranía, por eso la Magna Carta sobrevive en el inconsciente colectivo de todos los que viven hoy en el mundo libre.
Tratamiento de conservación de la Magna Carta.
Magna Carta – Lecture by Prof. Linda Colley (BBC)
Magna Carta’s Legal Legacy: Conversation with Chief Justice Roberts & Lord Judge
Otras lecturas: El 800 aniversario de la Magna Carta: